‘El hombre que hablaba con el espejo’.
José Ribamar Bessa Freire (1) [Artículo publicado en el Diário do Amazonas, ciudad de Manaus, el 03/05/2009]. Consultar versión en portugués.
Ese podría ser el título más apelativo de la crónica de hoy. El hombre es Tikuein, un indio Xetá, de la aldea São Jerônimo, norte del Paraná, Brasil. En su lengua, “buenos días” es “Entxeiwi”, saludo con el que diariamente, iniciaba una larga conversación con el espejo. “Nadie me entendía, pensaban que estaba volviéndome loco” – dice. Es que no había nadie en la aldea que hablase Xetá: solamente Guaraní y Kaingang. Entonces, no tenía con quien alternar ideas en su propio idioma. Conversar com el espejo fue la estrategia que encontró para activar la memoria y mantener la lengua viva. El espejo respondía: “Entxeiwi, Tikuein”.
Pero el espejo, un dia se calló: Tikuein murió. La imagen trágica del ‘otro’ reflejada, se disipó. ¿Y el sonido de la lengua xetá? ¿Dejó de ser escuchado? No. Claudemir, hijo de Tikuein, está vivo y defiende la causa del padre. Participó esta semana de la Conferencia Regional Sur de Educación Indígena, en Faxinal do Céu (PR). En el evento, saludó al público en su idioma: “entxeiwi”. Conversé con él ayer. Me contó lo que aconteció con la lengua y con el pueblo Xetá, lo que tal vez nos ayude a comprender mejor el Brasil y nos aproxime más de nuestra humanidad – pobre! – tan distante y perdida.
Pero el espejo, un dia se calló: Tikuein murió. La imagen trágica del ‘otro’ reflejada, se disipó. ¿Y el sonido de la lengua xetá? ¿Dejó de ser escuchado? No. Claudemir, hijo de Tikuein, está vivo y defiende la causa del padre. Participó esta semana de la Conferencia Regional Sur de Educación Indígena, en Faxinal do Céu (PR). En el evento, saludó al público en su idioma: “entxeiwi”. Conversé con él ayer. Me contó lo que aconteció con la lengua y con el pueblo Xetá, lo que tal vez nos ayude a comprender mejor el Brasil y nos aproxime más de nuestra humanidad – pobre! – tan distante y perdida.
El pueblo Xetá
Los Xetá eran conocidos también como Botocudo, porque usaban en los labios un ‘botoque’ de resina de piñero. Vivían en el noroeste del Paraná, a lo largo de la margen izquierda del rio Ivaí y sus afluentes. Las primeras noticias dadas en 1842, por el Barón de Antonina, en carta al Ministro de Guerra, elogian los telares y los tejidos de algodón que fabricaban. Después, la política del gobierno imperial incentivó la implantación de colonias extranjeras en las tierras indígenas, asaltadas por expediciones, que quemaban aldeas y aprisionaban a sus habitantes.
Otros indios – los Kaingang - cuyas tierras también habían sido invadidas por haciendas de ganado, acorralados, ocuparon parte del territorio tradicional de los Xetá en las matas del río Ivai, desalojandolos. Según el historiador Lucio Tadeu, “muchos Xetá acabaron prisioneros de los Kaingang”. Los que huyeron de la violencia de los hacendados y de los Kaingang, subieron las montañas entre el Ivai y el Corumbataí, despareciendo del mapa. Mientras tanto, en la década de 1950, el Gobierno del Paraná, sin cualquier escrúpulo, entregó las tierras indígenas a las compañías colonizadoras. Los Xetá – la última etnia del Paraná a entrar en contacto con el Estado Nacional – fueron nuevamente víctimas de los hacendados que esta vez, querían plantar café. El resultado fue trágico, según la antropóloga Carmen Lucia da Silva: “violaciones, envenenamientos, transferencias de familias a otras áreas indígenas, robo de niños, dispersión de familias enteras que las colocaban en camiones de las Compañías Colonizadoras y largadas en locales desconocidos hasta hoy”. Tratamiento que no se da ni siquiera a los animales.
Los sobrevivientes vagaron sin rumbo, dispersos, deambulando por el borde de las carreteras, hasta que fueron considerados extintos. En ese período, el lingüista Aryon Rodrigues, hoy en la Universidad de Brasilia (UnB), localizó los últimos hablantes de Xetá y grabó entrevistas en esta lengua, lo que le permitió estudiarla y clasificarla como pariente del Guaraní y tan diferente del Kaingang, lengua de la familia jê, como el portugués del alemán.
La lengua Xetá
El siglo XXI comienza con solamente tres sobrevivientes que hablaban fluentemente la lengua Xetá: Tucanambá José Paraná, muerto en 2008, a los 64 años; Coein Manhaai Nhaguká, actualmente con 75 años, víctima de un accidente vascular cerebral que lo dejó sin hablar; y Tikuein, concido también como José Luciano da Silva, que murió como vivió: luchando por la lengua. El día 9 de diciembre de 2005, estaba en Brasília, registrando datos del idioma Xetá en el Laboratorio de Lenguas Indígenas de la UnB, cuando sufrió un derrame fulminante. Dejó una viuda, que no es india, y 12 hijos.
Uno de ellos, Claudemir, de 30 años, profesor de una escuela indígena, me contó que su lengua materna, aprendida en el regazo de la madre es el portugués. Pero desde pequeño, a los siete años, acompañaba siempre al padre, con quien fue aprendiendo algo de Xetá: “Aprendí lo básico, el frejol-con-arroz” – dice. Claudemir habla también el Kaingang, lengua materna de su mujer.
La estrategia para que la lengua Xetá no muera dispensa, ahora, el uso del espejo. Claudemir tiene con quien conversar: sus hermanos. Casi diariamente, pero especialmente los fines de semana, se reúnen en la casa de la madre y procuran conversar en Xetá. El que sabe más, le va enseñando a los otros. Confiesa que ninguno de ellos es fluente, pero “el profesor Aryon que grabó y filmó los Xetá, nos está ayudando a colocar las cosas en su lugar, a escribir la lengua, con Carmen, que conoce muy bien los Xetá y entiende lo que hablamos”.
Los inquilinos
Otro hijo de Tikuein, Júlio César, de 22 años, participa de nuestra entrevista, al lado del hermano Claudemir. Los dos recuerdan algunas historias que el padre contaba, una de ellas se refiere a un puma que destrozó una india que había ido a recoger la fruta jabuticaba en la mata. El abuelo, Man, preparó una armadilla para el animal, consiguiendo matarlo a golpes de borduna – “êditxá”, en la lengua xetá. “No sé si está bien escrita” – dice.“Quien le puso nombres a todos los animales y a todas las plantas fuimos nosotros, los indios”, cuenta un amigo de Tikuein, Carlos Cabrera, profesor guaraní que también se hizo presente en la Conferencia Regional de Educación Indigena. Carlos, que vive en la misma aldea de São Jerônimo, recuerda las pláticas con su amigo, en portugués, pero llenas de palabras en Xetá y en Guaraní, sobre todo los nombres de hierbas y plantas medicinales. Tikuein, que perdió el padre muy joven, migró hacia la ciudad, vivió en Pinhalzinho. Despues, fue a la aldea São Jerônimo, donde era el único hablante de Xeta, en medio de los Guaraní y Kaingang. Fue ahí que diariamente hacía confidencias al espejo, recordando historias de la creación del mundo Xetá y del origen de las plantas y animales. Hasta que la antropóloga Carmen Lúcia lo localizó, promoviendo el encuentro con los otros dos Xetá, en un episodio cargado de mucha emoción. El espejo fue así jubilado.
En agosto de 1997, el Instituto Socioambiental (ISA) promovió en Curitiba el “Encuentro Xetá: sobrevivientes del exterminio”, reuniendo los que viven dispersos, como inquilinos, en diferentes aldeas, “lejos de su territorio e impedidos de compartir los códigos de su cultura, lengua, organización social”. Hoy, solamente en São Jerônimo, son 35 familias, con más de cien personas. Iniciaron proceso judicial para recuperar la tierra y poder vivir en paz en su “apoeng”, de donde salieron contra su voluntad. Quieren una escuela propia, donde puedan hablar y cantar en lengua Xetá, amenazada de extinción.
La extinción es un riesgo permanente para las lenguas indígenas, debido al reducido número de hablantes y al uso social restricto. No existe literatura escrita en esas lenguas, ni espacio en los medios de comunicación. En cinco siglos, más de mil lenguas indígenas desaparecieron del mapa del Brasil. ¿Dónde están los poetas, los cantores, los rezadores, los sabios, los contadores de historias? ¿Dónde están las narrativas del viento que explican los misterios del mundo? Tikuein, ese “loco” solitario, frente al espejo, nos conmueve, porque carga, solitario sobre sus hombros, el peso de un patrimonio inmaterial de la humanidad: la lengua Xetá, los conocimientos y la poesia que transporta, además de los recuerdos, casi siempre dolorosos. De aqui, de um periódico de Manaus, lejos de tu aldea, te decimos: “Entxeiwi, Tikuein”. Tu lengua, aunque colgada en una hilacha de esperanza, permanece viva.
(1) José Ribamar Bessa Freire es profesor en el curso de Postgrado de Memoria Social de la Universidad Federal del Estado de Rio de Janeiro (UNIRIO) y coordinador del Programa de Estudios de los Pueblos Indigenas en la Universidad del Estado de Rio de Janeiro (UERJ)
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