miércoles, 18 de noviembre de 2009

Doña Fiota: la letra y la palabra


Este espacio pretende generar documentos por parte de bibliotecarios involucrados con comunidades indígenas. En este caso presentamos una interesante historia de vida rescatada por José Bessa Freire (Brasil), Profesor del programa del Posgrado en Memoria Social y en el curso de Bibliotecología de la UNIRIO. Autor de numerosos trabajos sobre bibliotecas indígenas.

El siguiente artículo ha sido publicado en el Diário de Amazonas, ciudad de Manaus el 09/12/2007.

Doña Fiota. Se trata simplemente de doña Fiota. Nadie la conoce por su nombre de pila: Maria Joaquina da Silva. Pero también ¿quién llama a Pelé de Edson Arantes do Nascimento o quién conoce a Zumbi, el guerrero imbangala de Angola, por el nombre de Francisco? Basta conversar con ella para darse cuenta que doña Fiota es una mujer vigorosa, un personaje de la historia del Brasil contemporáneo. Tuve el privilegio de oirla en marzo de 2006, en Brasília, durante el seminario sobre las lenguas habladas en Brasil, organizado por la Comisión de Educación y Cultura de la Cámara de Diputados y por el IPHAN – Instituto del Patrimonio Histórico y Artístico Nacional. Con su encanto e inteligencia, nos cautivó a todos.
Doña Fiota contó en ese seminario, que su padre era un bahiano que vivia andando por el mundo, en los tiempos del final de la esclavitud. Pasó por el centro-oeste de Minas Gerais, iba pasando cuando vió a la que seria después su madre en cautiverio trabajando, hilando hilo de algodón, se le acercó y perguntó si no le conseguía un trabajo. Acabó consiguiendo un servicio en la chacra de yuca, después se fue quedando y comenzó a enamorar, quedándose y enamorando, hasta que los dos se casaron, tuvieron hijos, nietos, bisnietos.
Los descendientes del andarillo bahiano con la ex-esclava se organizaron después de la abolición de la esclavitud: “Cuando rebentó la libertad, mi madre salió del Ingenio de Ribeiro buscando un lugar. Llegó aqui. Todo era mata. En la subida, había un barro blanco. Ahi fue mi madre que dió el nombre a este lugar de Tabatinga, nombre con el cual los índios tupi nombram al barro. Toda la vida fue Tabatinga. Desde el tiempo de la esclavitud. Solamente ahora es que el nombre mudó para Ana Rosa. Me gustaria cambiar el nombre Ana Rosa”.
La historia de la comunidad Tabatinga - hoy un área de quilombo, situada en el barrio Ana Rosa, en los alrededores de la ciudad de Bom Despacho (MG) – la contó Doña Fiota a los participantes del seminario de IPHAN, pero tuvo que ser traducida, porque la dijo, no en portugués, que ella domina muy bien, sino en una lengua afro-brasileña de origen bantu, llamada Gira da Tabatinga que todavía la usa un grupo de pobladores. (‘Gira’ es una simplificación de ‘gíria’ que en portugués significa ‘jerga’). Fue la primera vez que el plenario de la Cámara Federal escuchó el sonido de una lengua minoritaria de base africana, reconociendo su riqueza, su función histórica y su legitimidad.

El habla de la senzala

La Gira da Tabatinga se hablaba en las antiguas ‘senzalas’ de las haciendas del interior de Minas Gerais. Con ella, los esclavos podian comunicarse libremente sin que el patrón entendiese lo que decían. La lengua libertaba. Doña Fiota cuenta: “No se podia mencionar el nombre de las cosas. Hay assango? No, no hay assango. Hay cambelera? No, cambelera tampoco. Hay caxô? Nada de caxô. Entonces mi madre decía: ‘Catingueiro caxô. Caxô o quê? No Curimã’. Estaba avisando que el patrón había llegado”.
En una entrevista, Doña Fiota da detalles sobre la formación de la Gira da Tabatinga, producto del sincretismo de varias lenguas africanas mezcladas al portugués: “Aprendí esa lengua con mi madre. Ella me hablaba todos los dias hasta que la aprendí. Eso implica toda una historia para nuestra gente, tanto de las partes alegres, como de las tristes”. Recientemente, los pobladores se dieron cuenta que esa lengua que los había libertado, estaba amenazada de extinción, porque no la usan más los niños ni los jóvenes, dice doña Fiota: - “Aqui en el barrio es muy difícil encontrar quien hable la lengua”.
Fue entonces que la comunidad decidió fortalecer en la sala de clase la lengua denominada Gira da Tabatinga, aprovechando la ley promulgada en 2003 que torna obligatoria la enseñanza de Historia y Culturas afro-brasileñas en las escuelas de enseñanza fundamental y media. Dos investigadoras – Celeuta Batista Alves y Tânia Maria T. Nakamura – estuvieron al lado de la lucha por la revitalización de la lengua, que en el pasado fue un poderoso instrumento de resistencia de los esclavos y hoy es una marca de identidad de sus hablantes.
La comunidad consiguió la promesa de que la Secretaria Municipal de Educación remuneraria a una profesora de Gíria da Tabatinga. La cuestión era: - ¿quién daria las clases? Los pobladores no tuvieron dudas: - doña Fiota. Al fin y al cabo, ella era la Real Academia de aquella lengua de quilombo. Sucede que después de un mes de trabajo, cuando fue a cobrar su sueldo, el funcionario de Educación le dijo:- “Ah, ¿es Ud, la profesora? Entonces no le puedo pagar. ¿Cómo justifico el sueldo a una profesora que es analfabeta?”. Doña Fiota rebatió com una respuesta que solo los sábios pueden dar:

- Yo no tengo la letra. Tengo la palabra.

La dueña de la palabra

Con eso, trajo por tierra la postura arrogante y casi racista que discrimina los que viven en el mundo de la oralidad. Enseñó que existe saber sin escritura; que en la situación en que ella, doña Fiota, se encuentra, no necesita la letra, porque usa la palabra para transmitir sus saberes, trocar experiencias y desarrollar suas prácticas sociales. Fue en esa lengua de fuerte tradición oral que crió ye educó sus hijos. Es en ella que hoy piensa, trabaja, narra, canta, reza, ama, sueña, sufre, llora, reclama, rie y se divierte. Doña Fiota dejó muy claro que não es carente de escritura, como dicen algunos letrados. Ella es independiente de la escritura.
Cerca de un millón y medio de brasileños para quien el portugués no es la lengua materna están hoy en la situación de doña Fiota. Hablan una de las 210 lenguas existentes dentro del territorio nacional, 190 de las cuales son lenguas indígenas, ágrafas, sin tradición escrita, pero que son depositarias de sofisticados conocimientos en el campo de las llamadas etno-ciencias, de la técnica y de las manifestaciones artísticas.

- Esos ciudadanos no son menos brasileños que los otros – defiende el lingüista Gilvan Muller, que además de los derechos de las minorias, llama la atención sobre la diversidad cultural y lingüística, tan importante para el país y para la humanidad. Por eso, el Instituto do Patrimônio Histórico e Artístico Nacional (IPHAN), atendiendo al pedido del entonces presidente de la Comissão de Educação e Cultura da Câmara dos Deputados, Carlos Abicalil, organizó el seminario en 2006 para discutir como proteger esas lenguas y el rico patrimonio intangible que representan.
En ese seminario participaron técnicos, especialistas y hablantes de diversas lenguas, entre las cuales Guarani, Nheengatu, Língua de Sinais (Libras) y una variedad del alemán hablado en el sur de Brasil llamada Hunsrückisch. En esa ocasión, se creó un Grupo de Trabajo Interinstitucional, formado por cinco ministerios, una ONG y una entidad internacional, que produjo un informe sobre como registrar esas lenguas y proteger la diversidad lingüística del país.
Ahora ese informe será debatido. El próximo jueves 13 de diciembre, en Brasília, habrá una Audiencia Pública de la Diversidad Lingüística del Brasil, organizada por la Comisión de Educação da Câmara dos Deputados y por el IPHAN. Ojalá que doña Fiota, la dueña de la palabra, este allí otra vez. En caso afirmativo, volveré a oirla y cuento todo el próximo domingo.


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